El gobierno de Irán le comunicó a la Argentina que considera aprobado el Memorándum de Entendimiento por la Causa AMIA que firmaron el año pasado los dos países. La afirmación llegó por boca del canciller iraní, Javar Zarif, que ayer se reunió con Héctor Timerman en una oficina de la sede de la ONU, en Nueva York.
Los dos cancilleres se vieron dos veces en el día. El primer encuentro duró una hora –algo inesperado, ya que estaba programado para veinte minutos– pero no tuvo grandes resultados: Zarif nunca dijo cuándo se conformará la Comisión de la Verdad con expertos que analizarán el expediente judicial ni tampoco en qué fecha podrá viajar el juez argentino a “interrogar” a los cinco ciudadanos iraníes acusados por la Justicia, según prevé el acuerdo firmado con la intención de revitalizar la investigación por el atentado de 1994.
Zarif y Timerman se levantaron de la reunión para informar a Buenos Aires y a Teherán lo que estaban negociando en Nueva York y luego, por la tarde, concertaron una nueva cita, también en el North Lawn Building, esta vez de 15 minutos, de donde salió otro pequeño paso adelante: en la primera quincena de noviembre, equipos de trabajo de las dos cancillerías se encontrarán en Ginebra para negociar cómo se ponen en práctica los nueve puntos del Memorándum, entre ellos la integración de la Comisión de la Verdad y el viaje del juez.
Luego de la segunda reunión, Timerman dialogó con Clarín y con el resto de los enviados a la Asamblea General de la ONU en la costanera del East River, en un jardín poblado de rosales. Ya eran casi las cuatro de la tarde neoyorquina y en su cara se advertía el cansancio luego de varias horas de una negociación intrincada con Zarif. “El canciller me explicó que el Memorándum fue aprobado por el Consejo Nacional de Defensa, que está presidido por el Presidente de la República de Irán y cuyas decisiones tienen que ser ratificadas, y así ocurrió, por el Líder Supremo de la Revolución”, reveló Timerman.
“Con respecto al resto de los artículos que están en el Memorándum, hemos decidido que equipos técnicos se reúnan en Ginebra en la primera quincena de noviembre para ir viendo los pasos necesarios para que se cumpla lo escrito”, explicó el canciller, y adelantó que tiene pensado viajar a Suiza para encabezar esa misma delegación. La negociación fue larga. El mismo Timerman confió que Zarif le confesó que “mientras la reunión con John Kerry, el jefe del Departamento de Estado norteamericano, duró media hora”, el primer encuentro de ayer duró una hora. “Fue la reunión más larga de las que tuvo Zarif en la Asamblea”, aseguró Timerman.
Un funcionario argentino que estuvo en la reunión admitió que, a pesar de que Irán comunicó verbalmente que ratificó el documento, el acuerdo no está en vigencia porque los dos Gobiernos no intercambiaron las notas reversales en donde ponen por escrito el texto que consideran aprobado, tal como ocurre en los pactos entre naciones. La cita había sido acordada el jueves. Según reveló Timerman, ese día la Cancillería recibió una llamada de Zarif y confirmó el encuentro que había pedido Cristina Kirchner el martes en su discurso ante la Asamblea General.
La Presidenta le había reclamado a nuevo presidente iraní, Hasan Rohani, que diera detalles sobre el estado jurídico en Irán del Memorándum de Entendimiento por la Causa AMIA, cuya firma fue en enero. Cristina también le pidió qué diga cuándo se conformará la Comisión de Notables que analizará la investigación judicial y cuándo podrá viajar a Teherán el juez de la causa. Se puso más dura al terminar cuando pidió que “no se confunda nuestra paciencia con ingenuidad y estupidez”. “Queremos -creo que ha pasado un tiempo más que prudencial- respuestas”, dijo en referencia a los 9 meses que transcurrieron desde la firma del pacto. Al parecer, según se vio ayer, el Gobierno argentino tendrá que tener más paciencia para conocer esos detalles, ya que la respuesta que dio Irán a las palabras de Cristina no deja de ser un pedido de postergación para la implementación del documento. Acaso por eso, Timerman dijo ayer que prefiere esperar “hechos” más que la manifestación de voluntades.
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