por Jose MendiolaConfieso abiertamente que la noticia me sorprendió por completo. ¿Cómo era posible que toda una corporación del tamaño de Volkswagen decidiera apagar de forma unilateral las BlackBerry de sus empleados a partir de una determinada hora? Lo cierto, es que la medida despertó mi interés por un doble motivo. Por un lado, por el innegable espíritu paternalista que procuraba proteger el tiempo libre de los empleados de la empresa, pero fundamentalmente me llamó la atención cierto contrasentido en la medida: ¿para qué dotar de un dispositivo de conexión permanente a la red si ésta se desactiva a ciertas horas?En cualquier caso, era necesario leer la letra pequeña de la controvertida noticia: la medida afectaba únicamente a cuadros medios sujetos a convenio y dejaba fuera a los directivos. ¿Por qué dejar a los empleados sin sus crackberrys? La respuesta la podemos imaginar, pero encontramos más detalles en el New York Times: se pretende una mejor conciliación familiar pero sobre todo, se esconde una razón económica de peso, ya que el rotativo estima que son cerca de 10 millones de días de baja en Alemania al año atribuibles al estrés. Sin embargo, el precio que pagamos por estar permanentemente conectado es muy superior.Por un lado, uno disfruta de las ventajas de estar constantemente on-line: información rabiosa y en tiempo real, correos, Tweets, acceso continuo a Internet... pero, ¿a costa de qué? La primera consecuencia derivada del excesivo uso del móvil es la posible dependencia o adicción. Confieso que me sorprendió descubrir un incipiente síndrome derivado del uso permanente de los smartphones: jóvenes que sonámbulos enviaban mensajes ininteligibles a destinatarios aleatorios. Una situación surrealista y con consecuencias devastadoras, no tanto en lo social, que también, sino en la pobre calidad del sueño. Otro estudio nos corrobora el innegable aspecto adictivo y patológico del uso continuo del móvil: algunos jóvenes mostraban claros síntomas de abstinencia si se alejaban de sus terminales.Pero no estamos hablando sólo de la dependencia ceñida únicamente al ámbito de los móviles. Los jóvenes de ahora se encuadran más dentro de lo que podríamos calificar como una politoxicomanía tecnológica. No es sólo el móvil, también necesitamos tener cerca el tablet, la consola... Y antes no era así. Nuestros padres se conformaban con un balón o un libro para matar las horas muertas. Algo así debió de pensar Susan Maushart, una madre australiana que, harta de la dependencia en los gadgets por parte de sus tres hijos adolescentes, trazó un plan inédito: un mes entero desconectados del todo. Prohibido encender un sólo gadget. ¿El resultado? Mejores notas, buen ambiente en casa y vuelta a aficiones del pasado.Aunque los resultados del experimento sean clarificadores, no sería justo culpar a la tecnología de todos nuestros males. Más bien al contrario. Quien os escribe ve en ella una forma de liberación: un smartphone con acceso al correo permite resolver asuntos sobre la marcha y así liberar tiempo al final de la jornada. La clave es saber parcelar el tiempo que dedicamos a ella, y en cualquier caso, no convertirla en la única forma de entretenimiento. Ahora que iniciamos un año nuevo, sería un interesante ejercicio de reflexión personal ¿abusamos de los móviles y la tecnología en general? Responder a esta pregunta puede ser un pequeño deber que nos ayudará a contestar a quien ose decirnos: "Apaga ese móvil de una vez".Feliz año nuevo a todos.[Más información: The New York Times, ElConfidencial, The Telegraph]
En Freemium se comparte la opinión personal del autor. Engadget no se responsabiliza ni supervisa los puntos de vista vertidos en estos artículos
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